domingo, 20 de enero de 2008

2.

El avión se sacudió apenas cuando las ruedas tocaron la pista y a poco se fue desacelerando hasta detenerse, los pasajeros se libraron de la sujeción de los cinturones, recogieron sus bolsos de mano y abrigos y se pusieron de pie; Tomás recogió su campera y el bolso de la computadora portátil y esperó a que todos se bajaran. Se paró y caminó hasta la puerta, saludó a la azafata que estaba de pie junto a la puerta y (como había previsto) no se animó a invitarla, bajó la escalerilla y a través de una manga de plástico amarillo llegó hasta donde debía esperar por su equipaje.
El edificio estaba construido en vidrio y concreto, luminoso y limpio; la primera luz de la mañana penetraba a través de una cúpula de vidrio desde un cielo despejado. Los empleados encargados de manipular el equipaje estaban vestidos con impecables monos grises con la identificación personal bordada en el costado izquierdo del pecho, atildados y con los zapatos de seguridad raramente inmaculados. Tomás recuperó su equipaje y se dirigió hacia el mostrador de la aduana; sacó el pasaporte del bolsillo interior de la campera y se integró en la cola. Pronto estuvo frente a un empleado joven que lucía un bigote recortado con tanta prolijidad que daba la impresión de estar dibujado; el pelo, con evidente coherencia, aparecía engominado y corto. Completaban esa imagen de respetabilidad exuberante unos anteojos circulares de marco de acero. Tomás lo saludó y le alcanzó el pasaporte, el empleado lo abrió, recorrió algunas páginas y afirmó-Usted es nativo... -Aquí nací pero soy ciudadano de... El empleado lo observó por unos segundos con una expresión que a Tomás le pareció demasiado cercana a la desaprobación y preguntó-¿Negocios o turismo? -Negocios. -¿Tiene algo que declarar? Que sos un pelotudo, pensó Tomás pero se abstuvo de explicitarlo-No, nada. -Muy bien. -el empleado selló el pasaporte y se lo devolvió-Espero que tenga una grata estadía. -Yo también, muchas gracias. Se alejó del mostrador y caminó hacia la salida. Se acercó a un quiosco de diarios y compró tres periódicos y algunas revistas de esa mezcla difusa de información política, espectáculos y negocios que se denominan de actualidad (bueno, el trabajaba en una); el vendedor le dio el vuelto y le sonrió deseándole una grata estadía (todos parecían bien adiestrados en la amabilidad aunque el guión se mostrara un tanto pobre). Siguió caminando hasta las puertas de vidrio que daban acceso al exterior y se detuvo junto a la salida. Había algo distintivo en los objetos y personas que se desplazaban afuera y no pudo definir qué; de nuevo la sensación de inminencia que había experimentado en el avión, pero más difusa y extendida, como si emanara del ambiente. Sintió que alguien lo golpeaba en el hombro y oyó una voz femenina que enunciaba una disculpa, entonces se dio cuenta de que se había detenido en un lugar de paso y salió y se dirigió a la fila de taxis. El conductor bajó del auto, lo saludó sonriente y puso el equipaje en el baúl; era un hombre bajo, excedido de peso, con una calvicie incipiente que trataba de disimular peinando el cabello rojizo, fino y ralo hacia adelante. Tomás pensó que podía ser una buena fuente para ponerse al día con los usos y costumbres del país en el que había nacido; entonces ocurrió algo notable: el conductor tuvo la habilidad de limitar su conversación a un marco de agradables lugares comunes y a Tomás le resulto insuficiente su experiencia como entrevistador profesional para quebrar ese esquema. Fastidiado, dejo de preguntar y se dedicó al paisaje. La autopista era una cinta ondulada de cuatro carriles por mano dividida por un muro bajo de concreto, la circulación era ordenada y prudente: todos los conductores se mostraban atentos a señalizar sus maniobras para adelantar a otro vehículo o para tomar una salida. Accedieron a la ciudad por un boulevard con álamos, cipreses y tilos; y a pesar del tamaño de los edificios y la cantidad notable de vehículos y personas que llenaban las calles, Tomás siguió impresionado por una sensación de orden.

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