viernes, 25 de enero de 2008

6.

Documento I.

“(…) Demás está decir que atravesamos una crisis gravísima; recordarlo fundamentará nuestra persistencia en la finalidad de determinar con la más rigurosa exactitud la índole de la problemática que nos involucra en tanto ciudadanos y dirigentes de la comunidad. A tal fin expondré los resultados del equipo interdisciplinario que, como ustedes saben, ha dedicado los dos últimos meses a la investigación exhaustiva de las anomalías que se han venido registrando desde el último verano. Trataré de exponer las conclusiones a la que ha arribado en forma sucinta a fin de no prolongar en demasía mi exposición ni de alejar el foco de los puntos fundamentales de la cuestión.
Ante todo debemos distinguir los hechos que objetivamente han ocurrido de la interpretación que estos han originado en cada individuo. Los hechos son: un aumento notable en el índice de suicidios, en el consumo de bebidas alcohólicas, en el inicio de trámites de divorcio y en la producción de abortos espontáneos e inducidos (…)”

Fragmento de la presentación inicial en la Sesión del Consejo de Emergencia, Malabrigo, 1961.

Documento II.

“(…)… el dicente afirma que la cuestión de los espectros es una cuestión banal y que no ve por qué se le da tanta relevancia. Interrogado sobre la angustia y la desesperación que generan afirma que ello se debe a una percepción enfermiza generalizada, de fácil resolución a través de una terapéutica tradicional que lleve a la natural comprensión de la abolición de la muerte. Que todo espectro deja de tener sentido cuando la muerte ha dejado de ser, cuando evidentemente sólo es un portal a través del cual se accede a otro plano, tal cual lo afirmaran oportunamente todas las religiones.
Ante el ofrecimiento de un revólver Smith and Wesson calibre 38 con un solo cartucho, bajo la guarda de dos agentes de la Policía Estatal armados con fusiles Máuser, para que ponga en práctica su tesis, el dicente afirma que es incapaz de alterar con un acto voluntario el curso natural del devenir cósmico. Por lo que la autoridad procede según la legislación de Emergencia Institucional; los costos de la munición utilizada son enviados mediante formulario A-517 B a sus parientes consanguíneos… (…)”

Fragmento de un acta del Departamento de Justicia, Malabrigo, 1961.





3.

Subía por la escalera de la casa, había oído ruidos en la planta alta, ominosos sonidos de destrucción, de rotura salvaje; sus piernas estaban lastradas con un peso que hacía sus pasos lentos, angustiosamente ralentados.
Consiguió llegar al piso superior y avanzó por el pasillo hacia la habitación de donde venía el estruendo. Algo lo golpeó en la espalda, extendió los brazos hacia adelante para atenuar la caída, cuando sus manos tocaron la alfombra la puerta de la habitación se abrió con violencia y vio una bota pisoteando la máscara: los fragmentos volaban en direcciones divergentes. La imagen cambió y se encontró frente al cuerpo de un hombre que pendía de una viga del techo, no tenía rostro pero supo que estaba ligado con fuerza a él.
Se despertó angustiado, aún no había amanecido, apenas se insinuaba una leve luminosidad desde el este; salió de la cama y se asomó a la puerta del balcón. Nunca había intentado asignarle valor cognitivo a sus sueños, los consideraba nada más que como un procedimiento higiénico para deshacerse de información inútil o redundante. No podía explicarse entonces por qué se sentía tan conmovido. Podía simplificar la cuestión y decir que el sueño había sido una combinación aleatoria de los sucesos que había vivido durante las últimas horas, pero eso no disolvió la angustia. Además la casa de sus abuelos nunca había significado nada para él, y sin embargo, ante la venta, experimentaba una vaga sensación de pérdida. Y también estaba la máscara. Bufó fastidiado, acercó la silla plegable hasta la ventana y se sentó, trató de distenderse mientras contemplaba como el día llegaba desde el mar.
Cuando amaneció decidió hacer lo único que consideró podría aclarar el asunto, llamar a su madre. Le preguntó por Alicia y le informó sobre la venta de la casa, cuando ella le preguntó si permanecería un tiempo más en Malabrigo no le respondió y le preguntó sobre la máscara; entonces fue el turno de su madre para permanecer callada.
-Mamá, ¿qué sabés de la máscara?-insistió.
-Nada, la usaba tu abuelo, decía que lo ayudaba en su trabajo…
-¿Qué trabajo?
-Escribía.
-¿Qué?
-Obras de teatro…
-¿Cómo yo nunca lo supe?
-Nunca preguntaste…
-Vamos, mamá…
-Es un tema del que prefiero no hablar por teléfono, ¿cuándo volvés?
-En cuanto conozca un poquito más el lugar…
-Te vas a aburrir pronto…
La conocía lo suficiente como para saber que nada conseguiría interrogándola mientras estuviera molesta.
Se despidieron con los besos y abrazos de costumbre.
El cementerio estaba rodeado de un muro blanco de pocos menos de tres metros de altura, los portones de hierro de la entrada principal eran la muestra de un diseñador de gusto barroco: ángeles de tamaños diversos se mezclaban en formas casi orgiásticas. Más allá se elevaba un monumento conmemorativo; sobre una plataforma cúbica de piedra gris se situaba un grupo escultórico de bronce: un soldado se esforzaba por arrastrar el cuerpo de dos compañeros heridos o muertos; el rostro del héroe estaba dominado por una expresión de angustia y determinación, como si toda su voluntad estuviera empeñada en vencer a la muerte y continuar el combate. En un nivel inferior y en cada uno de los puntos cardinales, ninfas desnudas (bastante voluptuosas) ofrendaban coronas de laureles.
Tomás leyó la placa dorada: “A sus gloriosos combatientes, el pueblo de Malabrigo. MCMLIII” ; la guerra, de la que sólo tenía un vago recuerdo de sus clases de secundaria, parecía haber causado una marca profunda en el país.
Dejó el monumento atrás y caminó hacia el edificio de la administración; un cubo gris y alargado rodeado de un jardín con jazmines y rosales. Avanzó por un sendero de grava, entró y se dirigió a un escritorio identificado como el de INFORMES, la mujer que estaba sentada frente a la computadora respondió el saludo y le preguntó en qué podía ayudarlo, explicó que buscaba la tumba de su abuelo y le dio el nombre. La mujer lo marcó en el teclado y luego movió el mouse durante unos segundos, dijo-No entiendo.
-¿Qué pasa?
-Encontré la fecha de su fallecimiento pero no la ubicación de su sepultura.
-Puede ser un error del archivo…
-En otra circunstancia podría ser posible pero todo nuestro sistema fue revisado y corregido la semana posible, ¿puedo hacerle una pregunta?
-Sí, cómo no.
-Es una pregunta delicada… pero puede evitarle una pérdida de tiempo…
-Adelante.
-¿Cómo falleció su abuelo?
-No lo sé, ¿qué importancia tiene?
-Discúlpeme, debiera haberme dado cuenta antes de que usted es extranjero, le explico: es una cuestión dolorosa para todos nosotros, digo, los ciudadanos de Malabrigo, que tal vez le incumba, las personas que se suicidan en nuestro país no son enterradas en tierra consagrada…
Tomás se quedó mirándola aturdido, la mujer prosiguió-… las reglas al respecto son muy estrictas…
-¿Dónde son enterrados entonces?
-En la encrucijada.

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