domingo, 3 de febrero de 2008

10.

El viejo que había conocido en la encrucijada lo encaró a una cuadra del hotel, -¿Ha tenido una lectura interesante?-le preguntó señalando el sobre.
-Sospeché que había sido usted.
-Por ahí es verdad que se parece a su abuelo entonces.
-No sé de qué habla…
-La intuición, la capacidad de inferencia…
-Puede ser, lamentablemente no puedo hacer comparaciones.
-¿Está seguro?
Tomás lo observó con atención durante unos segundos, luego preguntó-¿Qué busca?
-Nada, pensé que por ahí estaba interesado en conocer la historia de su familia.
-Debo confesarle que sí, pero más me interesa no meterme en problemas.
-Ah, veo que ya tiene las cosas más claras… -dijo el viejo mientras encendía un cigarrillo.
-Sí.
-Y no quiere correr riesgos…
-Así es.
-En ese caso…, discúlpeme entonces, tenga usted un buen regreso –el viejo dio media vuelta y se alejó caminando despacio.
Tomás tuvo la fugaz imagen de un hombre delgado colgado de una viga en la habitación donde había encontrado la máscara.
-Espere.
-¿Si?
-¿Cómo sigue esto?
-Podríamos empezar presentándonos, me llamó Eduardo –dijo el viejo extendiendo la mano derecha.

Mientras se ocultaban del auto patrulla entre las sombras de un paraíso y observaban la ambulancia estacionada frente al edificio a Tomás le resultó difícil no cuestionar la cordura de Eduardo y, por extensión, la propia.
Vieron como se abría la puerta posterior de la ambulancia y dos hombres vestidos con ambos blancos bajaban una camilla y la entraban por la puerta principal; al cabo de unos minutos salieron, subieron a la ambulancia y se alejaron, el auto policial partió tras ellos.
-Listo –dijo Eduardo mientras veía como el patrullero se alejaba con rapidez.
Salieron de las sombras y caminaron hacia la parte posterior del edificio; se detuvieron frente a una puerta de hierro; Eduardo sacó un juego de llaves de uno de los bolsillos del saco y comenzó a probarlas en la cerradura, al tercer intento consiguió abrirla y empujó la puerta. Entonces encendió una linterna y explicó-No podemos arriesgarnos a encender la luz.
-¿Está seguro de lo que hace?
-Absolutamente, ¿y usted?
-No sé.
-¿Quiere renunciar?
-No, claro que no.
-Vamos entonces.
Tomás lo siguió por un pasillo estrecho apenas iluminado por el haz de luz de la linterna hasta que Eduardo se detuvo frente a una puerta pintada de blanco y esperó.
-¿Y ahora qué?
-Nada, pensé que tal vez no esté seguro…
-Ya le dije que no pienso renunciar.
-Bien, sígame –Eduardo abrió la puerta e iluminó el interior del cuarto; sólo había una camilla similar a la que los hombres de la ambulancia habían traído.
-Acérquese.
Tomás se paró a uno de los costados de la camilla, que, inconfundiblemente, debajo del lienzo, portaba un cuerpo humano; Eduardo pasó la linterna a la mano izquierda y con la derecha descorrió la sábana e hizo visible el rostro del cadáver-¿La reconoce?
A pesar de la conmoción y la poca luz, Tomás la reconoció de inmediato-Sí, claro, es la chica que se suicidó cuando llegué, pero no veo qué tiene de raro que su cuerpo esté en la morgue…
-Tiene razón, nada tiene de raro que un cadáver esté en la morgue, pero, ¿qué opina de esto? –preguntó Eduardo, levantó el otro extremo de la sábana y descubrió el cuerpo hasta la cintura: en los muslos se habían practicado cortes de forma oval que habían permitido retirar prolijos trozos de carne, en el muslo derecho el corte había llegado hasta el hueso.
Tomás apartó la mirada y Eduardo cubrió el cuerpo mientras decía-Creo que fue suficiente.
-¿Qué es esto? –preguntó Tomás con voz poco firme.
-Esto es Malabrigo, pero vamos, no quiero que se desmaye aquí.
Salieron por la puerta por la que habían entrado y Eduardo la cerró con llave, Tomás respiraba con profundidad tratando de controlar la náusea.
-Vamos, vamos –alentó Eduardo caminando con rapidez, Tomás tuvo que apurar el paso para ponerse a la par.
-Discúlpeme, muchacho –pidió Eduardo deteniéndose-no tuve en cuenta su impresión, pero vamos, no tienen que vernos por acá…
-Estoy bien, estoy bien, pero tiene que explicarme…
-Claro, tendrá todas las explicaciones que quiera… pero creo que antes necesita tomarse algo fuerte, hay un boliche cerca…
Caminaban por las calles de un barrio de casas bajas, los únicos sonidos audibles eran sus pasos y los autos que circulaban por la avenida próxima. Eduardo se detuvo y señaló el portón metálico de un comercio, aparecía una pintada hecha en letras rojas: “La traición devuelta
en sombras
de presencia afilada
habita cada esquina
y es una luz negada”.
-Los muchachos se esfuerzan pero no son muy hábiles con la métrica y la rima…
Otra peculiaridad del país, se dijo Tomás tratando de calmarse con la ironía, sospechaba que la noche acechaba con más novedosos horrores.
Eduardo encendió un cigarrillo y señaló-Vamos, ahí está.
El bar estaba en una esquina y era pequeño, mugriento y ruinoso. Un lugar real, pensó Tomás con alivio. Entraron y Eduardo saludó al hombre gordo que estaba tras el mostrador de madera oscura y pidió una botella de ginebra, se sentaron a una mesa en un rincón.
Las paredes de pintura descascaradas, la luz pobre y el aspecto desgastado que exhibían los parroquianos (hombres y mujeres que hablaban en voz baja) desmentían la brillantez que lo había molestado desde su llegada pensó Tomás.
-¿No parece Malabrigo, no? –preguntó Eduardo como si le estuviera leyendo la mente mientras llenaba las copas con la botella que le había alcanzado el patrón.
-No sé qué es Malabrigo pero debo admitir que este no es el aspecto más publicitado…
Eduardo rió con ganas y dijo-Cada vez se parece más a su abuelo.
Tomás vació de un trago la copa y dijo-Espero no parecerme en el final…
-Todo empezó con una traición, eso es seguro, pero no sé cuando… es más bien una serie de traiciones que cruza toda la historia de Malabrigo… por ahí este lugar estuvo condenado desde siempre, ¿conoce el origen del nombre?
-No, como sabe, sólo soy un turista desinformado.
-Jum… no es bueno abusar de la ironía, muchacho, hay cosas que se resisten a ser domesticadas por ella…
-Cuénteme sobre el origen del nombre.
-Esta región fue marginal durante la primera etapa de la conquista, no tenía oro ni plata así que no era muy interesante para los españoles, hasta que comenzaron a buscar un puerto sobre el Atlántico para sacar la plata del Altiplano, entonces encontraron la bahía sobre la que se ubica esta ciudad y pensaron que habían encontrado el puerto adecuado. No pasó mucho tiempo hasta que se dieron cuenta del error; la bahía estaba infectada de trozos de roca que rasgaban los cascos de los barcos, según la combinación del viento y la marea, se resignaron a temerle mientras la iban conociendo pero se vengaron maldiciéndola con el nombre…
-¿Qué hay respecto a la traición? -La última fue no hace mucho tiempo… después comenzó a mostrarse con fuerza la anomalía… a inicios de la década del ¨50 Malabrigo libró una guerra, a la que se le prestó poca atención, tal vez porque fue contemporánea a la guerra de Corea o porque se desarrollo entre dos menores países sudamericanos

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