lunes, 4 de febrero de 2008

12.

Oyeron el motor de un avión sobre ellos y vieron su destello plateado en el aire claro de la mañana.
-Parece que ahora están apurados –dijo Ojeda.
-Por ahí tiene que ver con cómo van las cosas en el Oeste.
Vieron como el pequeño aparato volaba sobre la posición que debían tomar, giraba y volvía a sobrevolarla.
-Al menos el piloto parece un tipo responsable –dijo Bracco.
Observaron el avión evolucionar hasta que volvió a pasar sobre ellos y se alejó hacia la retaguardia; un soldado se acercó, los saludó y dijo-El observador aéreo informa que no hay presencia enemiga en la posición pero que hay movimiento de vehículos enemigos hacia aquí a aproximadamente veinte kilómetros.
-Ya me imaginaba yo que no podía ser tan sencillo.
-Vamos, Ojeda, tomemos esa colina y después veremos.
La mañana era fresca, y a pesar de la batalla del día anterior, podían verse matas de flores silvestres, tréboles y cardos mojados por el rocío entre los desniveles producidos por las explosiones y de vez en cuando el canto de un jilguero se colaba entre el sonido de la máquina de guerra que avanzaba; percepciones que contrastaban con la imagen y el hedor de los tanques calcinados y los cadáveres abundantes y no siempre enteros.
Al cabo de media hora de marcha el jefe del primer pelotón alzó su mano derecha para indicar que el lugar estaba libre de enemigos, entonces el resto de la tropa inició el ascenso.
Bracco le pidió al radio operador que lo comunicara con el coronel Fuentes y le informó que el objetivo había sido tomado y que el enemigo avanzaba hacia allí. Hubo un silencio en la línea y Fuentes dijo-Capitán, tendrá que mantenerse en la posición hasta que reciba refuerzos.
-¿Cuánto tiempo?
-Ya se lo dije, el que sea necesario.
-Comprendido.
Bracco cortó la comunicación y se quedó inmóvil, luego ordenó a un soldado que convocara a los oficiales y suboficiales, cuando estuvieron reunidos les contó la orden recibida y continuó-Mantener la defensa en un solo punto sin saber cuándo recibiremos refuerzos es para mí una táctica suicida.
-¿Qué propone entonces, capitán? –preguntó un joven teniente que había llegado después de la batalla.
Bracco lo miró con atención preguntándose cuánto tiempo de vida le quedaba al entusiasta muchacho y explicó-Organizaremos una defensa escalonada a lo largo de la ruta que tenga como punto final esta colina, intercalaremos pelotones con fusiles, ametralladoras y antitanques que puedan generar fuegos cruzados y que, a medida que sean superados puedan replegarse hasta aquí.
Asignó la ubicación de los pelotones, de los refugios en la colina y caminó con los soldados a cargo de los morteros hasta encontrar el lugar más adecuado para ubicarlos. Desde allí dominaban visualmente el camino, una cinta de pavimento que se extendía en forma más o menos rectilínea por unos ciento cincuenta metros hasta desaparecer en una brusca curva a la derecha, a los costados aparecían pinos y eucaliptos que llegaban muy cerca del pavimento y daban la sensación de invadirlo unos metros antes de la curva.
Le preguntó al suboficial a cargo de la sección de morteros si podía hacer blanco en el punto en el que los árboles avanzaban; el hombre observó el lugar, resopló y dijo-Claro que podemos, pero esa zona está muy cerca del primer pelotón.
-Tendremos que correr el riesgo, el primer pelotón es el que mejor cubierta tiene, si ellos son sobrepasados no aguantaremos demasiado…
Luego la espera, recorrió la posición, habló con los soldados, ironizó con Ojeda sobre la situación ante la mirada sorprendida de los oficiales más jóvenes y cuando ascendía hacia los morteros oyó el tableteo de las ametralladoras pesadas del primer pelotón; corrió hasta el puesto y se volvió hacia el camino. Un grupo de tanques apoyado por tiradores había tomado la recta y el puesto más adelantado de la defensa hacia fuego sobre ellos.
Un mortero disparó y la granada cayó entre los atacantes y los defensores, Bracco gritó-Mayor distancia, mayor distancia, carajo!
Los servidores ajustaron el ángulo de tiro y esta vez batieron el terreno donde avanzaba el enemigo; dos tanques se detuvieron obstruyendo el paso y el tercero giró su torreta tratando de hacer puntería sobre el primer pelotón. La explosión levantó una nube de humo y polvo y un gran eucalipto cayó incendiándose sobre el camino, un grupo de hombres salió de entre la vegetación y corrió retrocediendo, el cañón volvió a girar buscándolos.
Un poco más de una hora después había tres tanques destrozados en el camino pero los primeros pelotones de defensa se habían replegado a la posición del tercero y recibían fuego intenso de ametralladoras; Bracco reservaba la munición de los morteros ante la posibilidad de un nuevo avance de blindados.
Graduó los prismáticos para intentar ubicar con exactitud la posición enemiga, pero fue inútil, estaban más allá de la curva y sólo podía especular sobre su ubicación siguiendo el recorrido rojizo de las trazadoras que eran disparadas sobre sus hombres. Observó a un suboficial que estaba fumando en silencio sentado sobre una caja de municiones con expresión pensativa y se preguntó en qué podía estar pensando y se le ocurrió que la vida de todos ellos estaba entre paréntesis, suspendida en tanto el mecanismo en el que estaban insertos no se moviera.
-Capitán.
Se volvió y vio a Ojeda juntó a él -¿Cómo está, sargento?
-Bien teniendo en cuentas las circunstancias.
-¿Novedades de la brigada?
-Exigieron silencio de radio por las próximas dos horas.
-Ah, bien. –Bracco sacó un cigarrillo del bolsillo de la chaquetilla y lo encendió, exhaló el humo de la primera pitada y dijo-Dos horas…
-No es mucho tiempo.
-O es demasiado.
-¿Usted cree que para los ciegos el tiempo transcurre igual que para nosotros?
Bracco rió durante unos segundos y dijo-Ojeda, a veces exagera la sutileza…

-Pocos de esos infelices sobrevivieron –explicó Eduardo con amargura- fueron ofrecidos como prenda de paz por Malabrigo.
-¿Por qué?
-Hubo presiones internacionales, dos compañías petroleras amenazaron con retirar sus inversiones y Azuria exigió una reparación para restablecer el equilibrio bélico…
-¿Qué pasó entonces?
-El gobierno dio la posición exacta de ese destacamento, su logística y poder de fuego… después, claro, los declararon héroes nacionales e instauraron un fecha oficial para conmemorarlos. El coronel Fuentes se suicidó casi de inmediato, no supo que estaba iniciando una tendencia…
-Y usted cree que así comenzó todo…
-No, creo que lo que te conté fue solo el rebrote de algo que estuvo presente desde los inicios…
-¿Qué es Malabrigo?

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