lunes, 4 de febrero de 2008

11.

a inicios de la década del ¨50 Malabrigo libró una guerra, a la que se le prestó poca atención, tal vez porque fue contemporánea a la guerra de Corea o porque se desarrollo entre dos menores países sudamericanos… Esto no tiene sentido, esto no tiene sentido pensaba el capitán Bracco mientras recorría las trincheras quitando las chapas de identificación a los cadáveres. El fuego enemigo había cesado con la misma celeridad con la que se había iniciado y el cielo de mediodía se veía límpido, sin una nube, con un sol poderoso que aplastaba contra el suelo polvoriento a los sobrevivientes.
El sargento Ojeda comentó-Esto es una locura, una completa locura, sólo estamos vivos por la ineptitud de los azurios, si lanzaran un ataque aéreo ahora se terminaría la historia.
-No estamos aquí para juzgar la decisión del comando –respondió Bracco con severidad, pero luego agregó- aunque estemos en lo cierto.
-Capitán, estamos aquí por un capricho y usted lo sabe, esta posición es completamente irrelevante para el desarrollo de la batalla…
-No sabía que había estado releyendo manuales de estrategia…
El sargento sonrió con tristeza.
-Vea, sargento, esto me gusta tanto como a usted y lo sabe… -Bracco guardó las placas en el bolsillo superior de la chaqueta y dijo-Vamos, tómese un descanso.
Caminaron en silencio por la trinchera hasta el puesto de comando: un cuadrado excavado en el cauce de un riacho seco y techado con paños de carpa; había allí una mesa, sillas, un episcopio y una radio. El radio operador, con los auriculares colgando del cuello giraba el dial del aparato recorriendo las frecuencias.
-¿Alguna novedad? –preguntó Bracco mientras tomaba una caramañola y se la ofrecía a Ojeda.
-No, capitán, mantienen un silencio de radio absoluto.
-Ojalá eso fuera bueno. –dijo Ojeda y se secó los labios con el dorso de la mano.
Un soldado entró, saludó, se sentó a la mesa y desplegó un cuaderno.
-¿Cuántos tiene registrados? –le preguntó Bracco.
-Veinticuatro hasta ahora, señor.
Bracco sacó las placas del bolsillo de la chaqueta y las dejó sobre la mesa-Tendrá que actualizar su registro.
-Muy bien –aceptó el soldado con resignación.
-No es su culpa, usted sólo tiene que informar.
-Lo sé, pero no es un trabajo agradable…
-No lo es estar acá, soldado.
La línea de trincheras dominaba una hondonada por donde corría lo que había sido una ruta de pavimento y ahora aparecía como el esbozo de una línea gris que alguien hubiera trazado con mano inexperta y titubeante, interrumpida por hoyos y cráteres como borrones. Más allá se elevaba una colina que había estado cubierta de pinos y cipreses y era ahora una fortaleza guardada por un terraplén protegido por sacos terreros; allí estaba el enemigo con sus morteros y cañones.
-¿Cuántos heridos? –preguntó Bracco.
-Cincuenta, señor, todos fueron trasladados.
-¿Qué hay de los cuerpos?
-Dijeron que no tenían suficientes vehículos para trasladarlos.
Bracco se dirigió al radio operador-Comuníqueme con el mando de brigada.
El soldado giró el dial hasta la frecuencia asignada, presionó dos veces un pulsador rojo y alcanzó el tubo al capitán.
-Mando de brigada, coronel Fuentes.
-Aquí, líder Bracco.
-Adelante.
-Tenemos casi ochenta bajas de combate, evalúo que no podremos resistir otro ataque de artillería, solicito autorización para iniciar el repliegue.
-Autorización denegada, en veinte minutos iniciaremos un ataque aéreo, deberá aguantar hasta entonces.
-Insisto, no podremos resistir ese tiempo si reinician el fuego de artillería.
-No tiene otra opción, capitán, no podemos ceder ese punto mientras tengamos alguna posibilidad de retenerlo.
-¿Y qué hay de nuestra artillería, por qué no contra atacó, dónde esta el fuego de apoyo?
-Limítese a cumplir con su deber, capitán, sepa que tampoco es fácil mi posición.
-Lo haré como siempre lo he hecho. –respondió Bracco y cortó la comunicación. Se quedó pensativo unos segundos y se volvió hacia Ojeda que lo observaba atento.
-Sargento, recorra la línea y ordene a los soldados que permanezcan en silencio y que no se dejen ver; por ahí conseguimos hacerle creer que abandonamos la posición…
-Pero entonces intentarán tomarla.
-Les tomará un tiempo organizarse y empezar la carrera, el tiempo que necesitamos para que la aviación o la artillería haga algo por nosotros…
-No resistiremos un ataque masivo de infantería…
-No, pero tampoco una nueva batida de artillería.
Ojeda sonrió con amargura-La sartén o el fuego…
-Espero que no se les ocurra mandar una patrulla de reconocimiento…
-Capitán, usted sí que sabe cómo levantarme el ánimo.
Ojeda se retiró para recorrer la posición y Bracco se dedicó a observar al enemigo a través del episcopio: nada, ningún movimiento, como si ellos también intentaran demostrar que se habían retirado.
El soldado que llevaba los registros preguntó-¿Capitán, tenemos alguna oportunidad?
-Alguna, soldado, alguna. Deje esa lapicera y venga aquí, será nuestro observador, cualquier movimiento, por mínimo que sea infórmelo. Radio operador, esté atento, si su compañero informa de alguna novedad comuníquela de inmediato a la brigada. Yo voy a recorrer la posición.
Bracco salió del refugio y caminó hacia la izquierda. Los soldados estaban sentados en el piso con los fusiles sobre las piernas; hablaban en voz baja, leían cartas ajadas y mugrientas y los que podían dormitaban. Saludaban con respeto al capitán y corrían las piernas para permitirle el paso, se veían más resignados que nerviosos.
Una vez que recorrió la primera línea de defensa Bracco se agachó y se metió en un túnel que permitía el acceso a la segunda. Vio entonces que los cadáveres se habían dispuesto en una hilera contra la pared posterior y estaban cubiertos con mantas; siguió caminando y se encontró con Ojeda y otros dos suboficiales que conversaban formando un grupo apartado de la tropa.
-¿Todo bien, señores?
-Sí, señor. Los hombres están ansiosos pero son disciplinados-respondió uno de los suboficiales.
-Somos buenos, somos demasiados buenos y el comando lo sabe. –comentó Ojeda con bronca.
-¿Por qué lo dice, Ojeda? –preguntó Bracco interesado.
-Hace una semana nos enviaron marchar sobre esta posición, no pensaron que lo conseguiríamos tan pronto, no les dimos tiempo para organizar el apoyo… nos hubiéramos demorado un poco y habríamos contado con la artillería y la aviación a tiempo…
-Puede ser. –admitió Bracco-Aunque no es bueno pensar en lo que podría haber sido… sólo sirve para amargarse…
-Ese soy yo. –dijo Ojeda sonriendo.
-No, Ojeda, créame, lo suyo no es amargura.
Un soldado salió del túnel y se acercó a ellos-Capitán, el observador informa de movimientos.
-Venga conmigo, Ojeda; cabos, la orden sigue siendo la misma.
Los dos caminaron hasta el puesto de mando y encontraron al observador girando el cilindro del episcopio.
-¿Qué ve, soldado?
-Tres exploradores con prismáticos.
-Habían resultado desconfiados los muchachos. –comentó Ojeda.
-Ojalá lo sigan siendo, necesitamos más tiempo; soldado, ¿podrán ver el episcopio?
-No creo, señor, está bien enmascarado.
Ojeda escuchó con una sonrisa irónica la nueva conversación de Bracco con el comando de brigada y su reclamo del prometido ataque aéreo previendo el resultado, al terminar el capitán preguntó-¿Y Ojeda qué piensa, cómo podría empeorar nuestra situación?
-La verdad que no sé, voy a pensar algo…
El observador dijo-Vea esto, señor.
Bracco se inclinó sobre el episcopio: Cinco tanques descendían el terraplén y se dirigían en formación de cuña hacia ellos. Le hizo una seña a Ojeda para que se acercara y observara, luego preguntó-¿Qué ve?
-Un escuadrón de Charb 5, con grupos de tiradores de apoyo.
-¿En cuánto tiempo estarán aquí?
-Unos diez minutos, más o menos.
-Entonces fuego a mayor alcance.
Ojeda movió la cabeza en un gesto que era a la vez de resignación y acuerdo y marchó a transmitir la orden a los soldados, Bracco se dedicó a observar el avance enemigo.
El fragor de los antitanques y el tableteo de las ametralladoras pesadas quebró el aire de la tarde; dos tanques estallaron casi al unísono, algunos tiradores de apoyo fueron despedazados por las explosiones.
-Alto el fuego, alto el fuego-la voz de mando recorrió la posición, se instaló un silencio expectante mientras se disipaba el humo del ataque. A través del humo los tanques indemnes forzaron los motores pugnando por alcanzar su objetivo, un poco más atrás asomaban las torretas de otros que comenzaban a trepar el terraplén.
-Fuego-ordenó Bracco. Sabía que eran incapaces de detener el avance de un escuadrón completo de tanques pero tenían alguna oportunidad si los mandaban por secciones de cinco. Entonces vio como uno giraba su torreta y apuntaba su cañón hacia él, y por unos segundos el tiempo pareció suspenderse-Abajo –gritó.
La explosión se produjo un par de metros delante del puesto de mando arrojando tierra y fragmentos de pavimento hacia la posición; los defensores dispararon un proyectil que cortó la oruga del tanque, este giro a la izquierda y expuso su flanco derecho. Otro proyectil impactó contra la base del cañón y lo despegó de la torreta.
-Capitán, sólo quedan diez proyectiles antitanques.
-No los desperdicien. –Bracco abandonó el puesto de mando y comenzó a recorrer la posición, pasó detrás de los hombres que disparaban las ametralladoras asistidos por los servidores que alineaban la cinta y vio a los fusileros que esperaban la orden para comenzar a disparar, entonces algo lo arrojó con violencia al piso y lo dejó aturdido durante unos segundos. Cuando pudo ponerse de pie ayudado por un soldado vio que el puesto de mando había desaparecido y no pudo evitar imaginar que quedaba de los soldados que habían estado ahí.
-Los tanques siguen avanzando, capitán. –dijo con desesperación el soldado que lo había ayudado a incorporarse.
Los obuses silbaron por encima de la posición y el campo adelante estalló en rojo, negro y ocre; los tanques y soldados enemigos desaparecieron en fuego y humo.
-Parece que se acordaron de nosotros, capitán. –dijo el soldado con alivio.
-Eso parece. –dijo Bracco pensativo, pendiente de la respuesta de la artillería enemiga; entonces con alivio oyó el zumbido de aviones que se acercaban desde atrás; pronto superaron la posición y comenzaron a bombardear al enemigo.
Un silencio inaudito aturdió a Bracco, los aviones habían desaparecido y columnas de humo se elevaban desde la posición enemiga, Ojeda dijo-Estuvimos cerca.
-Algunos mucho más… -respondió Bracco recorriendo con la mirada lo que quedaba de la posición.
Un soldado anunció-Se acercan vehículos desde la retaguardia.
Bracco y Ojeda caminaron hacia la segunda línea de la posición y vieron que se acercaba una columna de vehículos: al frente venían dos tanques pesados, detrás ambulancias y camiones de transporte de tropa.
-Ellos sí que saben protegerse –comentó Ojeda.
-Seguramente viene algún oficial del comando.
La formación se detuvo y Bracco y Ojeda salieron de la trinchera y caminaron hacia los vehículos. En el tanque más próximo se abrió la escotilla de la torreta y un hombre delgado y canoso salió y salto a tierra: el coronel Fuentes.
Los tres hombres se saludaron militarmente y permanecieron en silencio observándose; el coronel dijo-Ha hecho un buen trabajo, capitán.
-No ha sido fácil.
El coronel sacó un paquete de cigarrillos del bolsillo superior de la chaquetilla y se los ofreció, Bracco tomó uno y Ojeda rechazó y agradeció la invitación. El coronel encendió el cigarrillo de Bracco y luego el suyo, aspiró la primera pita, la exhaló y dijo-Vea, capitán, no crea que no comprendo su situación; pero considero que tanto usted como el sargento tienen que saber algo más para evaluarla en forma adecuada… -hizo una pausa, aspiró otra pitada, y sin mirarlos dijo-Se abrió otro frente en el Oeste.
Bracco y Ojeda se miraron confundidos.
-Sí, señores, hubo un ataque sorpresivo anteanoche, la división tuvo que ser reasignada. Sólo después de asegurarnos la contención allá pudimos apoyarlos, los recursos, bien lo saben, son limitados y aquí tuvimos que cambiar vidas por tiempo…
-¿Qué ocurrirá ahora entonces? –preguntó Bracco
-Deben avanzar hacia el Norte en veinticuatro horas, esta fuerza funcionará como una espina en el flanco del enemigo, tienen ese tiempo para descansar y reacondicionar el armamento.
-Señor, no creo que queden cincuenta hombres en condiciones de combatir.
-Serán reforzados con una compañía de infantería y dos secciones de morteros.
-¿Cuál será el objetivo?
-Por ahora la colina donde se asentaba el enemigo.
-No comprendo lo de por ahora.
-Ustedes combatirán por tiempo no por territorio.
-Ya entiendo. –dijo Bracco agitando la cabeza como si no pudiera creer lo que se le ordenaba, luego preguntó-¿Puedo saber entonces, por cuánto tiempo debo combatir por tiempo?
-No me gusta la ironía de su planteo, capitán.
-Arrésteme entonces.
-Vamos, Bracco, no es la forma y usted lo sabe…
-¿Cómo podría no saberlo?, he tenido calificaciones brillantes en la escuela de oficiales… pero no soy como usted, coronel, y espero no serlo nunca…
-Lo sé, capitán, pero también sé que no dejará a sus hombres…

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