miércoles, 27 de febrero de 2008

25.

-Guerra civil es el término, claro -admitió Metco conteniendo la carcajada.
-Y usted será nuestro guía en esta instancia histórica -dijo el hombre delgado, de ojos entusiastas,chupando con fuerza su cigarrillo.
-Vea, Coretti, yo soy un cuadro político, no tengo formación militar.
-Usted encontrará la forma de guiarnos como ha hecho hasta ahora.
-Lo intentaré, sólo puedo decirles que lo intentaré. -aceptó Metco resignado preguntándose en qué terminaría todo ese caos. Desde la explosión que lo había librado de la tortura de la presencia espectral toda la acción había adquirido una velocidad insana: un grupo de hombres, mujeres y travestis (alguno de ellos uniformados) habían llegado hasta la celda y volado con una carga explosiva la cerradura. Estaban imbuidos de una violencia que les había impedido retirar las llaves de la sala de guardia, donde habían dejado los cuerpos sangrantes y decapitados de los centinelas. Luego abrazos, exclamaciones y la salida en andas del edificio.
En la calle una multitud que lo aclamó y lo vitoreó como a su líder y ahora la explicación del delirante comandante metcoíta que detallaba la situación en Malabrigo en el living de una casa tomada por el movimiento a diez cuadras del frente de batalla. Las detonaciones y el fuego de fusiles y ametralladoras se oían con una claridad que a Metco le resultaba excesiva.
-Hasta ahora hemos encontrado apoyo en la policía, y las fuerzas armadas, es como si se hubieran partido al medio, la mitad lo sigue a Alsinoff y la otra mitad es nuestra...
-¿Y usted cómo ha llegado al mando? No lo he conocido hasta hoy...
-No, jamás tuve la oportunidad de conocerlo, señor, yo era suboficial de la armada, encargado de la guardia del comando central y tuve que ajusticiar a todo el comando superior para plegar las tropas al movimiento, claro que no estuve solo... pero era la única posibilidad para que el cambio se impusiera de una vez por todas en Malabrigo.
Metco trataba de pensar con rapidez para poder hacerse una imagen completa de la situación pero su poder de concentración se escurría al tiempo que oía una carcajada, como un bajo continuo en su cabeza. Aquellos infelices estaban convencidos de que lo que él había dicho era cierto y no un argumento para destruir las máscaras y provocar el caos. Lo paradójico era que el desorden generado se había vuelto contra él en forma de halago, lo consideraban un prócer o ,peor aún, un guía espiritual. La jugada prevista, su negociación con Alsinoff y la entrega de los informes por una muerte indolora y pública se había hecho imposible.¿Qué podía importar su muerte o la confirmación de que miembros del Círculo Interior habían cometido suicidio? La guerra no resolvería nada porque se luchaba por nada, precisamente; el poder que Malabrigo había tratado de evitar durante toda su historia era lo único que se mantenía firme, el lo podía sentir con todo su peso y contundencia. Lo que volvía la cuestión al principio:¿qué era lo que buscaba ese poder? Si se había propuesto la destrucción del país estaba cerca de conseguirlo.
Coretti carraspeó con timidez sin atreverse a perturbar a su líder en su meditación.
-¿Si, Coretti?
-Perdón, señor, pero creo que necesitará conocer la disposición de nuestras tropas y las del enemigo.
-Veamos entonces.
Coretti desplegó un mapa sobre la mesa y comenzó a explicar-Nuestras tropas están sobre el lado oeste de la ciudad, controlamos el centro comercial, pero ellos han conseguido retener la mayor parte de los edificios gubernamentales...
-¿Y el puerto?
-Se combate allí, señor, controlamos los barcos anclados en el fondeadero militar pero estamos recibiendo fuego de algunos buques que estaban en alta mar cuando se inició el movimiento...
-Si conseguimos derrotarlos podremos bombardear sus posiciones desde el mar, claro, ¿y qué hay de la zona de la antigua fortaleza?
Coretti se sorprendió y adoptó la expresión de un alumno dedicado a quien se le marca un error grave.
-No sé, señor.
-¿No hay tropas enemigas allí?
-No lo sé, señor.
-Se nota, Coretti, que ha estado mucho tiempo encargado del trabajo de custodia, la antigua fortaleza es un punto estratégico, desde allí se controla visualmente toda la ciudad, además es un puesto excelente para emplazar un puesto de artillería. ¿Qué hay del interior?
-El Noroeste hasta la frontera con Azuria es nuestro, el enemigo controla el sur.
-¿Qué pasa con la fuerza aérea?
-Hasta ahora se han declarado neutrales y se han acuartelado en sus bases.
-Bien, envíe destacamentos a las bases que estén dentro de nuestro territorio. Tienen la opción de plegarse a nosotros o ser fusilados sumariamente...
-Pueden intentar destruir los aviones, señor.
-Sí o volar al extranjero, infórmeles entonces que las represalias las recibirán sus familiares.
-Brillante, señor, nada ni nadie pueden interponerse en el triunfo de nuestra causa. ¿Algo más, señor?
-No por ahora.
-Notificaré sus instrucciones, señor, permiso.
Coretti se puso de pie y salió de la sala, y a pesar de que había cerrado la puerta se escuchó su voz potente dando órdenes e instrucciones con entusiasmo desesperado. ¿Qué otra cosa puede hacer?, se preguntó Metco. Todos vamos a terminar de la misma manera: desnudos, ignorantes y rotos. La risa que lo corroía se hizo más intensa. Así que de nuevo jugando... una adicción francamente irresistible, el material miserable de tu vida, el vacío que busca formas que siempre se le escurren.

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